ARV
La práctica pictórica de Aitana Ruz se inscribe en la abstracción y el automatismo como vías para acceder a dimensiones que trascienden lo racional y lo representable. En sus obras, el gesto y el color no buscan reproducir la realidad externa, sino convertirse en registros de un proceso interno, en huellas que revelan estados de ánimo, impulsos inconscientes y fragmentos de pensamiento. La pintura se plantea así como un territorio de autoconocimiento, donde cada trazo funciona como espejo y testimonio de una experiencia subjetiva. Este enfoque otorga al proceso creativo una importancia central: pintar no es un medio para alcanzar una imagen premeditada, sino una forma de exploración en sí misma.
“Para mí, pintar no es representar algo, ni buscar una idea brillante, es más bien una forma de pensar y sentir con las manos, de entender(me) a través de los gestos. Entiendo la pintura como una forma de resistencia ante la exigencia de claridad, una manera de habitar la duda sin resolverla.
Trabajo de forma bastante intuitiva. No hago bocetos ni esquemas previos, prefiero que la pintura me lleve a mí. No busco dominar el cuadro, sino escuchar lo que sucede entre capas. Lo que realmente me interesa no es el resultado final, sino el diálogo que se produce durante el proceso. Cada trazo contiene algo que quiere ser mostrado. Mis cuadros no tienen una explicación acotada, son un lugar donde quedarse mirando un rato, que provoquen una pausa. Cada persona verá en ellos algo distinto, no pretendo comunicar mi diálogo propio, sino que cada una tenga el suyo con la obra.”